Javier Gomá Lanzón, 2023.

Lecturas Errantes estuvo en la presentación, en Madrid, de este libro de Gomá quien confesó que era la obra que deseaba escribir desde hacía mucho tiempo. Allí dijo que su filosofía tiene intención literaria y él pretende poetizar su pensamiento. Acaso los lectores de este libro nos acerquemos a él con expectativas salvadoras imposibles de cumplir. Tal vez le pedimos demasiado a un texto especulativo.

La filosofía de la ejemplaridad quiere ser mundana, para el mundo, sobre el mundo y con un poco de mundo. Con estas palabras inició Gomá el acercamiento al libro y a la explicación de su método. Define la ejemplaridad en la ontología del universal concreto del ejemplo. El ejemplo personal contiene su propia trascendencia. Es la universalidad misma. La pragmática expone el ideal de ejemplaridad, amplia propuesta de perfección personal o impersonal, que se formula como prototipo. La ejemplaridad, reitera el filósofo, es siempre una figura humana, es personal. Es la personalización de la excelencia. Hasta aquí el libro transcurre gozosamente por un recorrido bien alimentado de paréntesis históricos y de argumentos “para todo el mundo”. Sin embargo, en este momento aparecen las dudas.

A la ejemplaridad aristocrática se enfrenta la ejemplaridad igualitaria, la que ostenta cada uno de nosotros sin explicar por qué ello es así. El buen ejemplo de la conciencia nada puede hacer para luchar contra la vulgaridad, el modo de ser incívico y bárbaro que tan comúnmente aparece en nuestro tiempo.  El libro transmite la extraña sensación de que no se puede hacer mucho ante este estado de cosas porque la dignidad es igualitaria y universal. En democracia, la gente se obedece a sí misma. Gomá insiste en que en democracia el ciudadano se somete a la voluntad general de la mayoría.

Tímidamente, define la dignidad como unidad de resistencia frente al colectivismo político. Otorga al yo moderno una cierta soberanía que se resiste a las tentativas del poder totalitario. Esta postura no es nueva, ya existía en el pensamiento ilustrado. El ejemplo es un acto concreto destinado a repetirse. Quizá la vulgaridad reinante de las masas se haya expandido peligrosamente. Lo cierto es que Gomá no acepta la ausencia de ideal, pero tampoco dice nada acerca de cómo se ha de lograr o de dónde proviene ese ideal, no aclara quién será el prototipo a imitar, más allá de explicarnos con sereno ánimo filosófico que todos somos objeto de imitación. Esta exaltación de la igualdad en la actualidad tiene como consecuencia una nula producción artística original. Si partimos de que, en filosofía, las preguntas son siempre las mismas, las respuestas de este pensador no están claras. Propone la imitación de las buenas costumbres para reformar la vulgaridad del discurso oficial de la cultura democrática. En democracia, todos los ciudadanos estamos llamados a la ejemplaridad, puesto que todos tenemos la misma dignidad y merecemos el mismo respeto. Llegados a este punto el texto se vuelve vago, poco definido, cuando afirma que el teatro es escuela de costumbres, donde los personajes deben ser los modelos ejemplares.

En la última parte del libro, la dedicada a la poética, la filosofía se reitera como género literario. Y entonces sí le damos la razón cuando afirma su propia insuficiencia.

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