FIESTA DE SANT JORDI.
El 23 de abril está marcado en el calendario como Día del Libro y Fiesta de Sant Jordi. Es una fecha señalada por la UNESCO porque en este día se conmemora el fallecimiento de dos genios universales de la literatura, Miguel de Cervantes y William Shakespeare, en 1616. Las fechas de sus muertes variaron según los ajustes de los calendarios juliano y gregoriano, pero es una convención aceptada internacionalmente para impulsar el gusto popular por la lectura. Por otro lado, san Jorge, sant Jordi, heiligen Georg, es un santo patrón que se festeja en varias regiones de Europa. Su imagen es el símbolo de la lucha heroica contra las fuerzas del mal, contra el pecado, contra el maligno, representado todo ello con un dragón según la iconografía tradicional. La leyenda medieval cuenta que san Jorge era un caballero que rescató a una princesa de las garras de un monstruo terrible. El caballero se enfrentó a él con valentía, en combate desigual, y atacó con su lanza a la bestia; cuando el dragón cayó a tierra mal herido y derrotado brotó milagrosamente un rosal de flores rojas de su sangre. Como muestra de su nobleza de espíritu, el caballero cortó la rosa más hermosa y se la ofreció a la princesa en un gesto galante.
Haciendo caso omiso de las inclemencias meteorológicas, hoy en día se celebra la devoción por los libros y la literatura en la calle, en especial en Cataluña. En nuestros tiempos actuales los caballeros andantes no ofrecen rosas rojas a las damas después del torneo, aunque algunas tradiciones permanecen embelleciendo la memoria de la leyenda. La costumbre de regalar rosas rojas se ha generalizado como hecho cultural, a modo de refinamiento de espíritu y de amor. Se elige con cuidado una rosa -puede ir sola, en ramillete o en plantita- como símbolo de fervor amoroso hacia la persona elegida, acompañando la antigua leyenda del amor cortés, algo que estará siempre en vigor ya que los sentimientos son eternos. En Cataluña, incluir una espiga de trigo junto a la rosa es un signo de prosperidad y fertilidad, haciendo más rica la imagen que va a asociada a las tradiciones locales relacionadas con el hecho diferencial cultural. Hace cincuenta años era impensable que un militar, por poner un ejemplo de un estamento rígido, se dejase ver llevando una rosa roja en las manos. Ahora lo impensable es ver este gesto con malos ojos.
Se dice que fue en 1929 cuando el Gremio de Libreros de Barcelona aprovechó la celebración de la Exposición Universal en la Ciudad Condal para promover la venta de libros. Al principio se fijó la fecha el 7 de octubre, pero se decidió cambiarla y ligarla a una fiesta más heroica, más hermosa y legendaria como la del 23 de abril. Desde entonces en la calle, con mayor o menor cobijo a la sombra de casetas o carpas, los autores firman libros a los lectores, se debate sobre la diversidad de los géneros literarios y se discute acerca del mercado editorial. Según datos del Ministerio de Cultura de 2022, solo el 37´8 % de los libros publicados son de autoras femeninas, de modo que es patente que aún dominan los hombres las publicaciones. Sin embargo, el 69% de las personas que leen son mujeres. Nosotras leemos más, pero publicamos menos o así ha sido hasta el momento presente. Es posible que estas circunstancias estén cambiando y ello explicaría el boom reciente de escritoras. Parece que a partir de 2019 se empezaron a cambiar las tornas. Con la aparición de fenómenos literarios como Cristina Morales, Almudena Grandes, Mariana Enríquez e Irene Vallejo, pero también con incursiones en la literatura de escritoras llegadas del periodismo, el panorama editorial tuvo que variar y rendirse a la evidencia de que las escritoras son más, se leen más, hay más editoriales que se ocupan de ellas y tienen más mercado. Muchas voces críticas se alzan para mirar con recelo los libros sobre la maternidad y sus problemas, sobre el feminismo con sus variadas interpretaciones, o sobre enfermedades y traumas asociadas al género. Sin embargo, el mundo anglosajón ya ha aceptado que la literatura de-por-para mujeres juega un papel cada vez más importante en el mercado editorial y quizá sirva de modelo para nuestro mercado. Ya veremos si estamos ante una tendencia consolidada, una moda pasajera o una cuota de mercado magistralmente estudiado por los que hacen negocios. Por el momento el talento se pone en entredicho, como si hubiera ciertas capacidades que ellas tuvieran que demostrar; en demasiadas ocasiones a las escritoras no se las contempla capaces de afrontar la novela negra ni la ciencia ficción y se las menosprecia si su especialidad es literatura infantil.
El Día del Libro es, como se sabe, una fiesta de vital importancia para las librerías y las floristerías. Para mi el día de Sant Jordi ha sido una fiesta en todos los sentidos, aunque con estas palabras esté demostrando en público que soy una novata, aficionada, escritora desconocida. Después del tiempo asignado para mi humilde firma me dediqué libremente a recorrer por Barcelona puntos neurálgicos que tienen que ver con recorridos literarios o artísticos, lugares con significado nostálgico que recordaban mis años de doctoranda. Me sentí contenta al subir a las torres de Santa María del Mar y observar desde allí las trazas de la ciudad medieval. Más tarde, en el Paseo de Gracia comprobé la enorme cola de lectores que esperaban a que Ildefonso Falcones les firmara su ejemplar de La catedral del mar y me dio la impresión, desde la lejanía, que el famoso escritor estaba un poco agobiado entre la muchedumbre.
Somos dos realidades paralelas.