ENSAYOS LITERARIOS.
Soy lectora de ensayo. Hago esta confesión como quien admite en público una debilidad que (NO) debiera corregir. Vengo aquí a dejar constancia de algunas lecturas, que no a hacer justicia a este género olvidado, e incluso denostado, sin motivos aparentes. Imparcialidad y neutralidad se deslizan por otras pendientes, resbaladizas si se quiere.
Se ofende al ensayo llamándolo aburrido, académico o filosófico. Se lo insulta al considerarlo demasiado largo o abstracto. Es el género desaparecido de los populares clubes de lectura y de las reseñas de Instagram. Circula con escasez por los circuitos comerciales, a excepción de Irene Vallejo. No se frecuenta en Wattpad. Los agravios al ensayo provienen de quienes no tienen trato con él; si no se lee, no se puede conocer y aquí está la primera paradoja. En los últimos tiempos el pensamiento crítico se ejercita poco y se emplea escaso tiempo en fijar nociones que vayan más allá de nuestros límites, de donde deriva la segunda paradoja. La tercera se constata porque en un mundo globalizado como el que nos acoge, las reflexiones sobre temas universales son muy escasas; nos gusta más lo ligero, inmediato y, a ser posible, localizado. Así pues, tenemos que no se consideran los asuntos que puedan importar a la mayoría, no se piensa con espíritu crítico y no se lee, y todo ello me parece contrario a la lógica de la razón. Para equilibrar las injurias que se hacen a este género literario, estoy dispuesta a honrar al ensayo con unos comentarios breves sobre los que he leído en el último mes, incluso aunque sea verano, ¡oh atrevimiento! No todo van a ser novelas para escapar.
Jorge Luis Borges, Historia de la eternidad. Dicen los expertos que su obra más importante es Ficciones, pero me gusta cómo escribe el maestro argentino y reconozco que me vuelco en sus ensayos y en sus narraciones con placer en los momentos de vicisitudes intelectuales. Como volver a un estímulo. A pesar de quien lo tache de pedante o arcaico. La tendencia al culteranismo es un arte que él domina, y a mí me divierte. Aunar retórica y poética en páginas en prosa, no lo hace cualquiera. Imaginar universos paralelos que llegan a bifurcarse en un punto dado de la memoria, de la fantasía, del tiempo…, es su originalidad. Llamado anti peronista en lo político y elitista en lo intelectual, ciego como Homero y algo infantil en sus relaciones, Borges me parece un personaje original. Este libro que comento es contradictorio, como toda su obra literaria; se alimenta de ficción y realidad, presente y futuro. El ansioso ideal de la materia irreal, según se lee en las Enéadas, y “la eternidad, cuya despedazada copia es el tiempo”, son planteamientos que pueden aniquilar la voluntad a los más serenos.
Mucho más inextricable y difícil de leer me ha parecido Claros del bosque, de María Zambrano. “Se nace, se despierta. El despertar es la reiteración del nacer en el amor preexistente, baño de purificación cada despertar y transparencia de la sustancia recibida, que así se va haciendo transparente”. Algunas de sus metáforas son fascinantes, pero sus turbaciones de enamorada me descolocan. Las alusiones son zigzagueantes y se tornan oscuras ante la desmesura de la existencia. No acabo de ver su alegría en el despertar al amor, no obstante imágenes gloriosas acerca del abandono y la entrega y la luz. Su escritura es resplandeciente, pero lejana. Creo que la pensadora malagueña no es para mí, aunque no es la primera ve que lo intento. Pero ya se sabe que no vale la pena leer libros por obligación escolástica.
Hace años leí El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, en donde criticaba la modernidad que ha convertido el mundo en un desierto racional, laico y secular. Hay que pensar que se publicó en 1950 y reflexionaba sobre la soledad mexicana y humana en el devenir del mundo y la historia. Ahora he vuelto otra vez al nobel mexicano. En este momento que casi nadie lo lee, que muchos opinan que está sobrevalorado, me he acercado de nuevo a él. Yo creo que parte de su pensamiento ha envejecido mal, que se escoró hacia posturas políticas conservadoras en su madurez, que se excedió en sus opiniones sobre las mujeres y no se lo perdonan ni la crítica ni su hija ni su primera esposa, Elena Garro. Olvidando los prejuicios -quizá sin recordar su discurso- he leído El arco y la lira (1956), en donde los ríos del lenguaje aparecen vertiginosos y cantarines. Es un libro para ir de fiesta con las palabras: “Las palabras se conducen como seres caprichosos y autónomos”. Creo que es un texto brillante, seguro, bello y mágico, donde habla de los poemas, de la lírica, de la significación histórica de la revelación poética. La poesía como pasión, como poder extraño. Me gusta, entre otras cosas, porque se basa en postulados estéticos que provienen del romanticismo para explicar la creación y la percepción subjetiva del universo y sus verdades parciales. Nos deja entrever, a nosotros pobres mortales, ese mundo personal de los poetas dotados de la revelación y de la inspiración, como si estuvieran tocados por la varita de la consciencia. Recomiendo la lectura pausada de este libro; se puede volver a él una y otra vez, y abrirlo por cualquier página para que nos acompañe, nos consuele y nos haga soñar. Incluso cuando nos haga sentir insignificantes.
Jorge Carrión, Librerías. Este libro quedó finalista en el Premio de Ensayo de Anagrama en 2013 y sentía curiosidad por leerlo. Su idea de que los libros producen politeísmo me acerca este viajero y lector a partes iguales. Hace su recorrido personal por las librerías que ha visitado a lo largo del globo terráqueo, muchas de las cuales hemos pisado los curiosos que, como él, hemos llevado una vida errante en algún momento. La ruta abarca desde los puestos callejeros en la calle del Obispo en La Habana, donde encontré libros baratísimos traducidos del ruso, hasta la librería Strand, en la calle 12 con Broadway, en Nueva York, el paraíso laberíntico de los libros de segunda mano. La reflexión más original es que las bibliotecas conservan libros y miran al pasado, mientras que las librerías distribuyen novedades y están pendientes del presente.
En el terreno de lo sentimental, apegado también a vivencias personales, he leído varios ensayos. A medio camino entre pensamiento y crónica emocional, he encontrado los libros de Rachel Cusk, Despojos, y Deborah Levy, Una casa propia. El primero de ellos trata sobre el matrimonio y la separación, desde el punto de vista femenino de la autora, que debe ceder la custodia de los hijos y tiene que seguir con su vida después del fracaso, entre amigos, familiares y conocidos. La autoridad era el matrimonio, la libertad es lo que consigue con la ruptura. Se cuestiona sobre el sufrimiento y la existencia en el proceso de no-matrimonio en reiteración, en bucle. En el segundo caso, las dudas vienen con especulaciones y preguntas que traen la búsqueda de una casa, de un espacio propio vivido como hogar, con independencia. Pensar, sentir, vivir y amar con libertad es el sentido de la vida. Se presenta al lector que una casa es espacio político, que acoge a una familia extensa de amigos con hijos en lugar de una familia nuclear tradicional. Vida y cotidianidad demasiado similares a las experiencias que me han sucedido en mi condición anodina. Prefiero las turbulencias del alma de Simone Weil en Echar raíces, pero este libro aún no lo he acabado. Queda, pues, para otra entrada de este blog…