EL CUARTO DE ATRÁS. Carmen Martín Gaite

 

En Lecturas Errantes sentimos pasión por la lectura y nos gusta salir a conocer los ámbitos literarios de los escritores. Visitar el entorno donde vivieron ayuda a entenderlos. Hace unos poco días conocimos en un pueblo cercano a Madrid, El Boalo, la casa familiar de Carmen Martín Gaite, repleta de recuerdos. Nos adelantamos de este modo a la conmemoración del centenario de su nacimiento que será el próximo año 2025. Una de las personas responsables de la Fundación Martín Gaite ejerció de anfitriona. La visita estaba planeada desde antes del verano y aprovechando el momento decidimos que la primera reunión de nuestro club de lectura, después de las vacaciones, sería El cuarto de atrás. Hace algún tiempo ya comentamos otra de sus novelas, Lo raro es vivir. Lo raro es que repitamos autora, diría yo.

Martín Gaite (“Carmiña” la llamaban los allegados) fue una mujer novelera. Con este adjetivo definían en su época a toda fémina aficionada a la literatura para salir de su descontento, para evadirse, para viajar lejos en una época desgraciada de grisura e inmovilismo en España. Eran las mujeres entregadas a la ficción de la novela las aventureras ansiosas de narración y, quizá también de acción. Lo cuenta ella misma en un ensayo dedicado a la creación literaria, al amor y la mentira titulado El cuento de nunca acabar. No obstante ser una chica de familia acomodada procedente de provincias, Carmen Martín Gaite sintió durante la posguerra frío y miedo, y su refugio mental fueron los cuentos y canciones infantiles, el cine y las novelas. “Los juegos como las narraciones y como el amor, brindan la posibilidad de transformación, permiten el acceso a un plano donde el tiempo se desplaza, donde cabe volverse diferente…” Su refugio físico fue el cuarto de atrás de la casa paterna en Salamanca, donde empezó a soñar y a escribir en múltiples cuadernillos. Los cuadernos de la infancia se han perdido, pero el cuaderno que le regaló su hija Marta cuando era una niña inicia la serie de los que conservó durante su vida. En ellos escribía todo. Las historias inventadas, recuerdos, anotaciones vagas, fichas para proyectos venideros, ideas que le cruzaban por la mente, escenas soñadas que luego darían paso a novelas, retazos de conversación… Todo esto se gestaba en el cuarto de atrás y forma el grueso de la narración. Constituye el universo Martín Gaite.

Para la autora, ficción es equivalente a mentira. La fantasía infantil se alimenta de cuentos a modo de entretenimiento, por estas razones en el libro hay muchas reflexiones sobre las experiencias y las canciones infantiles, sobre las lecturas de la edad adulta y sobre el modo de contar cuentos. Todo ese argumentario sobre la creación literaria se lo relata a un personaje de ficción, el hombre de negro que aparece de repente en su casa. En realidad es un recurso literario, una ensoñación a través de la cual evocar su punto de vista sobre la literatura. Por su boca la autora afirma que “la literatura es un desafío a la lógica, no un refugio contra la incertidumbre”. Evasión solitaria, la escritura como placer de inventar en una época de realidad fea como fue la posguerra española. Cuentos y juegos de niños, ilustraciones, recortables, series radiofónicas, recuerdos de familia, lecturas y referencias literarias…

Sin embargo, a mi modo de ver este misterio literario que gira en torno a encontrar un interlocutor a quien escribir se hace muy pesado. Los motivos para ponerse a escribir, repetidos una y otra vez en este libro, y más tarde en el ensayo mencionado, son redundantes. Como consecuencia, la lectura cansa, la novela no es ágil. Que su madre leyera en el cuarto trasero la novela de Alejandro Dumas Los tres Mosqueteros, no aporta originalidad ni frescura a los recuerdos personales. Al contrario, la reiteración de su entorno es excesiva.

No le quito el mérito a Carmen Martín Gaite, que en los años cincuenta tuvo su hueco incuestionable en la literatura española. Está fuera de toda duda. Pero también es evidente que hay libros que no soportan bien el paso del tiempo.

 

 

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