ARCO 2024.

 

He de confesar que hacía muchos años que no me paseaba por la feria de arte contemporáneo de Madrid. Cuando era una estudiante de historia del arte, hace más de treinta años, ARCO fue una novedad muy aplaudida en el mundo cultural porque no existía nada parecido con lo que pudiéramos comparar. La excepción de tantas galerías reunidas en un único espacio y la concentración de artistas modernos era un hecho bienvenido. Sin embargo, cuando se hizo demasiado evidente que era el precio en metálico lo que se exhibía de las paredes, dejé de asistir. Se estaba confundiendo el mercado con el arte y me parecía irreverente la oferta de productos y sus precios. En 2024 he vuelto a este escaparate internacional. Ya no soy estudiante, sino doctora en historia del arte contemporáneo. Tengo más experiencia, he leído mucho, he viajado alrededor del mundo y he contemplado mucho más arte de los siglos XX y XXI.

En los años sesenta, Susan Sontag (1933-2004) afirmaba (Contra la interpretación y otros ensayos) que la idea de contenido en la obra de arte era un fastidio, decía literalmente que era “un sutil filisteísmo”. En su opinión interpretar el arte era empobrecerlo. No obstante, el arte contemporáneo tiene un componente mental, metafórico. Se necesita tener los rudimentos intelectuales básicos para abordarlo. No es válida cualquier opinión. La disociación entre forma y contenido es una oposición antigua. Sontag estaba convencida de que el gusto artístico vulgar, el filisteísmo en el que estamos instalados, tenía su origen en la excesiva atención al contexto. Ella explicaba, de un modo peyorativo, que las mentes conservadoras no pueden entender el arte actual por la forma en que se presenta, y que la función de la crítica debería consistir en mostrar el arte como lo que es, no por lo que significa. Según ella, son gentes incultas las que no entienden lo que ven cuando se colocan delante del arte actual.

Sontag se pone snob a través de su texto y utiliza su elevación intelectual para destacarse, cuando lo cierto es que en el arte contemporáneo ha habido mucho fiasco, mucho mercadeo, mucho de especulación económica. En la época en que escribía la ensayista norteamericana el mercado del arte no se precipitaba al vacío como lo hizo más tarde. En 2013 Jeff Koons (1955) vendió una versión gigante de su “Balloon Dog” por 58,4 millones de dólares y seis años después una escultura “Rabbit” por 91. Lo más hilarante es que en febrero de 2023 en un stand de Bel-Fine Art, en un evento previo de la feria de arte Art Wynwood, se rompió accidentalmente uno de los perros globos de cerámica de tamaño pequeño valorado en 42.000 dólares y hubo un coleccionista que quiso comprar los fragmentos cuando un empleado de la galería estaba barriendo los trozos. Al artista no le importó la desaparición de una de sus piezas porque estaba asegurada y porque rápidamente puede ser sustituida por otra. La anécdota ilustra el papanatismo/fetichismo de alguien que es capaz de pagar una millonada por algo roto, solo porque lleva un nombre asociado. Se sabe que el propio Koons ha hecho de empresario de sí mismo y ha pujado en las subastas de arte para que sus obras coticen por cifras astronómicas marcando el precio en el mercado. Si establece el precio artificialmente alto, el dinero obtenido en ganancia vuelve a su bolsillo después de un proceso de especulación muy claro. Él puja por sí mismo, eleva el precio y ya queda fijo como valor de su arte. Koons se ha estado riendo de las subastas y del mercado. Es todo una broma de la que él ha salido beneficiado y muy enriquecido.

Lo cierto es que la perversión del mercado, en la actualidad, ha hecho que pensemos que se ha perdido honestidad y muy pocas personas se atreven a denunciarlo por miedo a que se las tilden de incultas o ignorantes. En el mercado del arte hay mucho de insinceridad, en mi opinión. Alguien con sensibilidad que se acerque a ciertas creaciones, en ocasiones verá fantochadas y tomaduras de pelo que se venden a buen precio. Hay compradores que utilizan el arte como elemento de distinción, de enriquecimiento o para especular con lo que representa. Cierto es que hay algunas obras transgresoras e interesantes que ilustran el proceso conceptual de nuestras ideas estéticas y del pensamiento de nuestro mundo contemporáneo. Por supuesto. Pero desde los años 50 y 60 el arte, hablando en general, se repite a sí mismo. Redundancia tras redundancia, vacío tras vacío, sin nada más que aportar excepto los cambios técnicos o estilísticos. Lo visto en las ferias no incorpora nada que no sepamos sobre nuestro sistema económico capitalista decadente. Acaso sobre este punto descanse nuestro cansancio, como reflejo de nuestra época. Esta que permite que Bad Bunny aparezca en la portada de la revista Time y se le aclame como el músico que ha llevado al reggaetón a lo más alto, considerándolo como heredero legítimo de Frank Sinatra por todo lo conseguido en siete años de carrera…

No sé qué opinaría Susan Sontag si viviera ahora y visitara Arco o escuchara Spotify. Los foros en ARCO sobre la presencia de mujeres artistas en el mercado y su papel en la creación han sido interesantes debates, sin duda, las presencia de un poeta como Manuel Oliveira, también. Pero, en general, me causa poco impacto lo visto; esa pretensión de originalidad me recuerda a lo que he encontrado en décadas pasadas. Me escandaliza más que sea a precio de oro. Debo ser una indocumentada.

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