ACTUAMOS CON NARANJAS EN LA BOCA.
Se está produciendo un boom de literatura de mujeres. Libros escritos por mujeres, para mujeres, sobre temas de mujeres, en ediciones y editoriales de mujeres aparecen por doquier. No sabría decir si es como el antiguo concepto de literatura femenina de lamento sobre nuestra condición porque quizá esta acepción suene algo desfasada, como pasada de moda. De lo que tengo certeza es de que esta nueva explosión de libros de mujeres confirma el deseo de alcanzar el protagonismo en el mundo, reafirma nuestra forma femenina de actuar y permanecer en la sociedad, explica -a quien no se haya enterado- nuestra visión de la vida y nuestras circunstancias. Las féminas estamos abiertas a lo desconocido, que éramos nosotras mismas. Nos hemos inventado en una observación fehaciente y lo narramos de manera consciente, acaso por primera vez. Esta observación es visualización de sentimientos, explicaciones, tareas y deseos y la llevamos a cabo desde dentro, pero la sacamos al exterior sin pudor y sin pedir permiso a nadie, con la intención simple de crear, de recrear nuestro universo. Nada hay de malo. Es lo que han hecho los autores masculinos durante toda la historia de la literatura sin despeinase, solo que ahora nos toca a nosotras y sin que tampoco se nos mueva un pelo. Es el momento, por justicia histórica.
Algunos lectores opinan que hay demasiadas ediciones de libros y que no van a ser leídos nunca por falta de tiempo, de exposición o de interés. Esta apreciación no tiene importancia, más aún, muestra la insignificancia de quien así se pronuncia. Son los libros “a propósito de las mujeres” los que contienen nuestras voces en forma de historias. Los escribimos por el placer de comunicar el relato como hacían las ancianas con las fábulas orales, sin intención de permanencia. Sólo con que se vean en papel nuestros pensamientos sobre quiénes somos las mujeres y nuestro rol en sociedad, ya valdría la pena, aunque en mi opinión, más interesantes son las reflexiones individuales porque cada introspección es un fragmento de vida que intuye más que explica.
Actuamos con naranjas en la boca es mi segundo libro de relatos. Una insignificancia en el panorama editorial. Un cofre del tesoro o un cajón con retales para mi intrahistoria particular. Son catorce relatos que acercan las zozobras de mujeres solteras, casadas, adolescentes, profesionales, amas de casa, aristócratas, emigrantes, amigas, madres, hijas. De todo hay. No siempre se entienden entre ellas porque piensan, se emocionan y conducen sus vidas interactuando al calor de otros seres humanos que, en muchas ocasiones, son también mujeres. Algunas de las protagonistas son independientes y fieles a sí mismas en sus relaciones sentimentales, mientras que otras actúan como se espera de ellas y esta imposición no suele ser feliz. El formato del relato es un modo narrativo que me atrae especialmente porque la literatura breve engancha de una manera más inmediata, más poderosa. No rechazo los libros extensos por el hecho de serlos; algunas de las joyas literarias que me vienen a la cabeza son largas narraciones que me han hecho disfrutar llevándome por vericuetos intrincados. Pero los cuentos o relatos cortos son un género que se adapta a lo fragmentario del universo moderno, se acoplan mejor a mi visión de la realidad. El libro consta de historias urbanas con personajes variados, escritas con la necesidad de la concreción, omitiendo detalles deliberadamente para que el lector organice la narración entera en su imaginación. Los desarrollos, epílogos, antecedentes y deliberaciones enciclopédicas no hacen sino dilatar la historia en pliegos innecesarios. Solo los textos universitarios doctorales y eruditos soportan semejante formato, y no siempre. En narrativa de ficción me gusta escribir con concisión y trato de hacerlo reduciendo al mínimo las imágenes y cargándolas con el máximo de significado.
Por las páginas del libro aparece una madre con su hijo y apegada a la vez a su madre; una madre-esposa-ama de casa que huye de su insoportable rutina; una mujer que revive físicamente ante la noticia de ser abuela; un grupo de amigas que se encuentran en unos días de ocio; una joven agredida en la calle; una profesional obsesionada con su aspecto físico; dos emigrantes que vienen a trabajar a España con desigual suerte; adolescentes perdidas en su mundo; un grupo de aristócratas del siglo XIX que cobran vida a través de sus diálogos… Mujeres en su órbita sorteando las dificultades de vivir, de ser ellas mismas, con sus cuerpos, sus dificultades y sus preocupaciones. El libro no pretende ser un estudio psicológico ni identitario, tampoco tiene vocación de erigirse en manual de conducta. No ambiciona nada. Es solo un libro de lectura porque lo importante es disfrutar de nuestra vida ya sea real o través del papel.
Hay que tener presente que los acontecimientos que acaecen a las mujeres han sido dignos de interés para las grandes escritoras de tiempo atrás (E. Wharton, K. Mansfield, Colette, V. Woolf, G. Mistral, S. de Beauvoir). Los temas que nos interesan como el amor, el matrimonio, la soledad, el sufrimiento íntimo, el tedio cotidiano, el envejecimiento, la crianza de niños, nuestra responsabilidad en sociedad, etc., se han seguido tratando desde el siglo pasado hasta nuestros días en que se han incorporado los debates sobre la disposición de nuestro cuerpo, las relaciones familiares, el feminismo o las expectativas profesionales. Preguntas muy variadas se han estado haciendo Rachel Cusk, Susan Sontag, Joan Didion, Anne Carson, Grace Paley y Amy Hempel, que escriben sobre “la psicología forense de la vida diaria”, o Alice Munro, Edith Pearlman, Lucía Berlín y Meg Wolitzer, quienes continúan definiendo cómo debe ser una esposa o una mujer trabajadora en el microcosmos de las relaciones familiares. Reconozco mi deuda con sus libros, en los que no por casualidad domina el género del relato. Admito estar cerca de otras autoras con quienes existe mayor proximidad cultural y geográfica. Tal es el caso de Natalia Ginzburg, Paulina Flores, Clarice Lispector, Nuria Barrios, Laura Ferrero o Laura Freixas, por citar solo algunos nombres.
Hay muchas razones para lanzarse a escribir. Escribir para comprobar que seguimos vivas y para crear nuestro espacio de libertad. Escribir en soledad para llegar a otras mujeres. Escribir libros para no dejarnos dentro del alma ningún resquicio para el desasosiego ni la melancolía. Escribir para dejar nuestra huella a nuestras hijas. Escribir siempre para romper el silencio, para abrirnos a la luz, para ser dueñas (aunque sea parcialmente) de nosotras mismas y hablar definitivamente con seguridad, desparpajo y optimismo. Con naranjas en la boca.
Un comentario
Me encantó, te das a conocer rápidamente con este ya estilo de las que no se guardan nada y en su generoso conocimiento van salpicando a las los demás!!