Vasily Perov, La Procesión de Pascua, 1861, Galería Tretiakov, Moscú.

 

ALMA ESLAVA.

 

Conocemos la fisonomía del escritor Fiédor Dostoyevski (1821-1881) gracias al retrato que le hizo el pintor Vasily Grigorievich Perov (1833-1882). En él aparece un hombre demacrado, pintado de medio cuerpo con escasos atributos que hagan pensar en el gran maestro universal de las letras que fue, es una imagen que no da impresión de importancia ni de grandeza ni revela la personalidad extraordinaria que sin duda arrasaba su espíritu. Es uno de los cuadros más reconocidos de Perov, el icono de un clásico pintado en 1872. Un año antes había retratado a otros coetáneos suyos como el novelista Iván Turguenev y el dramaturgo Alexander Ostrovsky. Costumbrismo, nacionalismo, folklore ruso, eslavófilos y occidentalizados nihilistas en lucha por el desarrollo de Rusia más allá de los siervos de la gleba y las reformas políticas.

En el transcurso del siglo XIX el ferrocarril inició la apertura de Rusia al Pacífico y al Mar Negro y, por contaminación de los viajes al extranjero, aparecieron modos de vida occidentales en una atmósfera más liberal. Se empezó a pensar que el sistema de servidumbre era inaceptable y el zar Alejandro II decretó la emancipación de los siervos en 1861, aunque sin resultados positivos. Como eran incapaces de comprar sus tierras, la consecuencia directa fue la llegada masiva de gentes de las aldeas a las ciudades para engrosar las filas de los trabajadores urbanos hambrientos, desnudos, desesperados y sin futuro. En literatura la poesía quedó reemplazada por la prosa y se llenó de escenas comunes y cotidianas, de gentes campesinas como eran la mayoría. La autoconciencia social pesaba en las obras de literatos y pintores para reclamar cambios vitales en la sociedad rusa. La doctrina del progreso y del bien común formó a una masa crítica de intelectuales opuestos al gobierno zarista que no tuvo otra reacción que las deportaciones a Siberia, como fue el caso dramático de Dostoyevski.

En el orden estético, artistas plásticos como Perov se manifestaron en contra de las normas académicas por ser frías resoluciones y fórmulas manidas del neoclasicismo, y se constituyeron como un grupo disidente conocido como peredvizhniki  (los itinerantes, los vagabundos). Estos jóvenes artistas estaban dispuestos a llevar sus cuadros al pueblo y decidieron hacer exposiciones itinerantes para llevar el arte a la gente común; de este modo creían firmemente que estaban haciendo un servicio de formación popular. En ocasiones se vestían de campesinos para acercarse más a ellos, con la intención de llevar la educación al pueblo y elevarlo por encima de sus carencias. En su opinión el arte no tiene valor por sí mismo, sino como agente al servicio del progreso social. Estudiantes, trabajadores e intelectuales, influidos por las lecturas de Bakunin, Proudhon y Robert Owen, se pusieron a trabajar para participar de la liberación educativa del pueblo, de una manera desinteresada.

En 1861 Vasily Perov pintó “La procesión de Pascua”. Es un ejemplo del arte itinerante que debía mostrarse al pueblo para ponerle delante sus carencias y sus problemas, y hacerlo reflexionar sobre el poder económico y social que lo aplastaba. Uno de esos poderes atávicos era la Iglesia ortodoxa, que tuvo mucho peso en el mantenimiento de las costumbres y el adoctrinamiento de los siervos ante la inevitabilidad de sus penas. En el cuadro, los elementos pictóricos hablan por sí mismos. La escena representa el arranque de una procesión en medio de un paisaje desolado, invernal, desnudo, con tonos de paleta oscuros y tristes; hay hombres y mujeres, vestidos con ropas tradicionales, que portan estandartes, cruces e iconos, mientras que un devoto lee la biblia. El centro de la composición es la figura femenina con pañuelo a la cabeza, portando la imagen de la Virgen sobre su mandil rojo, simbólicamente el punto más luminoso del cuadro. Funcionarios y campesinos se acompañan de cánticos religiosos que consuelan y convocan a la comunidad, pero también aparecen figuras caídas por el suelo, borrachos en deterioro de su integridad y su alma. El entorno es hostil, cargado de pobreza. Lo peor de todo es el sacerdote que aparece a las puertas de una taberna, con claros síntomas de ebriedad, dando un pésimo ejemplo de moralidad. Por supuesto este detalle atrajo las críticas más furibundas para el pintor, que sufrió una verdadera instigación de las autoridades eclesiásticas. Se prohibió la reproducción de sus obras y, por extensión, se denigraba el arte de los itinerantes críticos a quienes se calificó como simples agitadores sin ninguna ideología específica, aunque Perov siguió pintando escenas de los campesinos rusos, aquellos que no tenían ninguna esperanza, de manera realista.

Al año siguiente de pintar este cuadro viajó a Alemania y Francia y pudo estudiar el arte hecho más allá de las fronteras rusas. En concreto, los cuados de Courbet le impactaron por su realismo social, por la sencillez formal y por el modo de iluminar las obras con cierta religiosidad sincera, de manera que cuando volvió a su país su formación intelectual se había incrementado y le facilitó seguir pintando con un espíritu más reformista. El aislamiento, el tedio, el sufrimiento y la miseria de la vida campesina rusa no dejaron de aparecer en sus cuadros. Se le acusó de hacer anécdotas sentimentales sin llegar a profundizar en los asuntos rusos, se decía que solo pintaba temas populistas y, sin embargo, Perov ha dejado para la historia imágenes del sistema feudal que con tanto ahínco criticó.

Hay recordar que Dostoyevsky escribió en los años sesenta Crimen y castigo y El jugador, dos de sus novelas dramáticas donde analizaba la condición humana con todos sus defectos y virtudes (egoísmo / amor), hacía hincapié en la miseria y las injusticias sociales como causa del mal, y defendía la religión ortodoxa frente al catolicismo. Era crítico con el socialismo y el racionalismo. Prefería la cultura rusa a la francesa cosmopolita y lo dejó escrito en una extensa obra llena de análisis psicológicos profundos que se adentran en el laberinto del alma humana. Esa alma eslava tan poco serena, tan arrebatada, tan extraordinaria.

Más mensajes interesantes

Un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *