TODOS SOMOS PASAJEROS.

Matilde González López.

 

 

Todos somos pasajeros es una recopilación de relatos. Son historias de vida, experiencias narradas, impresiones y preguntas sin responder. Me doy cuenta de que es mi primer libro de relatos porque hay más carga autobiográfica de la que hubiera deseado. Tal vez los autores siempre se apoyen en sus vidas transformadas en anecdotarios y escriban constantemente sobre sí mismos. No lo podemos evitar o no lo sabemos eludir, quién sabe.

¿Qué pretendía al escribir después de un paréntesis de tantos años? La respuesta es sencilla: escribir, simple y llanamente. No lo hago por descontento ni por deseo de evasión. Tampoco por ganar dinero porque soy consciente del negocio ruinoso en el que me he metido. Me parece que escribir es un impulso que tiene que ver con pararse a pensar. La ensoñación desbocada se controla en el momento en que la mano escribe y luego yo corrijo el texto en el ordenador. Escribir se convierte en un modo de reflexionar, es una manera de estar conmigo misma. Los escritores ponen la carga en sus dudas, en sus miedos, en sus gustos personales y tratan de ofrecerlo a los demás de una manera digna. Esto ha sido mi trabajo. He tratado de definir recuerdos de experiencias y transformarlos en temas válidos para todos los lectores.

En el título del libro se encuentran pistas para quienes quieran desentrañar el enigma que contiene. “Pasajero” es un sustantivo, alude a un viajero o paseante que camina como alma en pena por aviones o aeropuertos. Pero también es un adjetivo que significa transitorio, efímero, fugaz. Todos los humanos somos temporales. Todos, sin excepción, estamos de paso por la existencia. La fugacidad del tiempo está presente en los relatos; la cambiante, breve, vida de quienes nos afanamos por trasladarnos deprisa de un lugar a otro no deja de sorprenderme. ¿Hacia dónde vamos con tanta prisa? ¿Qué razones nos impulsan a hacerlo? ¿Qué expectativas tenemos? Hay quien piensa que un viaje en avión es una necesaria escapada de la rutina, un derecho adquirido. Yo creo que es una necesidad que nos han impuesto desde fuera. Creemos que somos más libres, más cultos e interesantes cuando viajamos. En cambio, nos hacemos más acelerados, más sometidos a lo otro, más inseguros. No cambia nuestro horizonte si no cambiamos nosotros. El viaje debería ser para prestar atención a nosotros mismos en relación con el mundo.

Porque el amor, la ternura, la amistad, la enfermedad, la muerte, las ilusiones perdidas y el paso del tiempo arrollador, es decir, los temas de este libro, permanecen delante de nosotros para hacernos reflexionar. O sonreír al menos.

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